Buenas tardes a todos y todas,
Antes de nada, un recordatorio que a veces olvidamos: leer no es algo natural.
Las personas no venimos “preparadas para leer”. No es como aprender a hablar o a caminar. Leer requiere una enseñanza directa, explícita y muy intencionada (no, los niños no tienen que descubrir, ni inferir los sonidos de las letras, para eso estamos los maestros/as para ENSEÑARLOS ).
Y es que, como explica Stanislas Dehaene en sus obras El cerebro lector y Aprender a leer: de las ciencias cognitivas al aula, nuestro cerebro no trae de serie un circuito lector. Para poder leer, debe reciclar partes de las zonas visuales y del lenguaje, creando un nuevo camino que conecte letras, sonidos y significados.
Por eso, enseñar a leer no puede dejarse al azar: necesita claridad, constancia y, sobre todo, paciencia.
Hoy quiero detenerme en dos aspectos que, la verdad, creo que a veces se descuidan. Quizá por costumbre, o por la confianza ciega que depositamos en los libros de texto. A veces parece que sin nuestra cartilla de lectura no sabemos por dónde empezar. Pero ¿y si bastaran unas letras móviles, unas tarjetas, un espejo y nuestras manos?
Más de una vez me han preguntado:
“¿Cuál es la mejor cartilla de lectura?”
Y mi respuesta siempre es la misma:
👉 La mejor cartilla es un buen maestro o una buena maestra.
Hoy quiero compartir algunos recordatorios importantes, de esos que nos ayudan a mirar con otros ojos la forma en que enseñamos a leer.
🔡 1. Las letras se mueven y se combinan
Dehaene lo explica con mucha claridad: las letras no son dibujos bonitos, sino grafemas, símbolos visuales que representan fonemas, los sonidos más pequeños del habla.
En español, esta relación entre letra y sonido es bastante regular (por eso decimos que es una lengua “transparente”), prácticamente cada sonido tiene una letra (hay unas pocas excepciones C/Z, K/C/Q ). Aun así, el niño necesita aprender a distinguir, combinar y mover mentalmente las letras, como si jugara con ellas, hasta formar sílabas y palabras.
El cerebro tiene que descubrir, paso a paso, que:
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Una misma letra puede tener distintas formas (A/a).
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El orden de las letras cambia completamente el significado.
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Y que hay combinaciones (“ch”, “ll”, “rr”) que se comportan como una sola unidad de sonido.
Hace un tiempo hice un pequeño genially para trabajarlo con mis compañeras/os y para las familias:
Al genially puedes acceder desde este LINK aunque lo ideal es con letras móviles.
🔉 2. Enseñar fonema a fonema, no palabra por palabra y tampoco sílaba por sílaba
Dehaene insiste, y la evidencia lo confirma: aprender palabra por palabra no funciona. "Los métodos globales no son los más efectivos".
Los métodos globales, por muy atractivos que parezcan, hacen que el niño memorice “dibujos de palabras”, pero no el código que hay detrás.
Lo que realmente funciona es enseñar de forma explícita la correspondencia entre fonemas y grafemas, sonido a sonido, paso a paso. Juan Cruz Ripoll lo resume muy bien en su artículo
👉 Enseñar a leer fonema a fonema o a leer sílabas completas.
Allí explica que una lectura sólida se construye cuando el niño aprende a escuchar los sonidos que componen cada palabra, y no cuando intenta reconocerlas de memoria. También explica cómo es más efectivo la enseñanza combinando fonemas que aprendiendo las sílabas de memoria.
✋ 3. Escribir y mover las letras también enseña
Algo tan sencillo como escribir a mano tiene un poder enorme. Cuando un niño traza una letra, su cerebro no solo la ve: la siente. Ese gesto activa zonas motoras y visuales a la vez, ayudando a fijar la forma y la orientación (“p” no es “q”, aunque se parezcan).
Por eso, las letras móviles, los trazos en arena o los ejercicios de escritura manual no son actividades “de refuerzo”: son el corazón del aprendizaje lector.
El movimiento da vida a la letra, y el cuerpo ayuda al cerebro a aprender.
🚀 4. Automatizar sin perder el sentido
Leer al principio es un trabajo titánico. Cada palabra se convierte en un rompecabezas. Pero llega un momento, tras mucha práctica, en que algo cambia: las letras “saltan solas”, y el niño lee sin darse cuenta de cómo lo hace.
Esa automatización es maravillosa, porque libera recursos mentales para lo verdaderamente importante: comprender, imaginar, emocionarse. (Léase la Teoría de la Carga Cognitiva).
Sin embargo, no ocurre por magia. Ocurre cuando se entrena el código con intención, cuando se leen y escriben muchas palabras, cuando se celebra cada pequeño avance.
💬 5. Enseñar con evidencia, no solo con tradición
Dehaene defiende una idea poderosa: enseñar a leer debe basarse en lo que la ciencia sabe sobre el cerebro, no solo en lo que siempre se ha hecho.
Y eso implica:
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Enseñar el código alfabético con progresión y sentido.
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Combinar lectura y escritura desde el primer día.
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Crear un clima donde haya atención, curiosidad y disfrute.
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Ajustar el ritmo a cada niño, respetando sus tiempos.
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Y, sobre todo, practicar todos los días, porque leer, como correr o tocar un instrumento, mejora solo con práctica.
💡 En resumen: Enseñar a leer no es seguir una receta ni una moda pedagógica. Es comprender cómo aprende el cerebro y acompañar ese proceso con humanidad y ciencia. El niño no memoriza palabras: aprende a escuchar dentro de sí los sonidos de las letras que mueve, toca y combina.
Cada fonema que descubre y cada sílaba que construye son pequeñas victorias neurológicas, los cimientos de una lectura autónoma, fluida y feliz.
Y al final, cuando logra leer una palabra por sí mismo, no solo se enciende una sonrisa… también una red nueva en su cerebro.
Espero que os pueda servir de ayuda.
Un abrazo: Belinda